Pedro de Viteri y Arana (Mondragón, 1833 - Biarritz, 1908) fue un miembro de la burguesía vasca que conoció los grandes cambios sociales ocurridos en Europa y el mundo occidental durante el siglo XIX. Y tanto él, como sus ascendentes, fueron más o menos protagonistas de aquel mundo en vías de transformación. Su bondad se materializó, a principios del siglo XX, en una Fundación y una decena de escuelas de nueva construcción en Mondragón, Aretxabaleta, Donostia, Errenteria, Hernani, Hondarribia, Irun, Pasaia y Urnieta. Escuelas en las que cientos de escolares de todas las clases sociales, sin excepción, recibieron la enseñanza más avanzada del momento, de la mano de profesores con gran bagaje intelectual y calidad humana. En el recuerdo de muchos perduran maestros y maestras como el matrimonio Arano-García, Montiano, Azurmendi, Ondarra, Saseta y otros tantos que formaron a numerosas generaciones de niños y niñas guipuzcoanos. Y es que estas revolucionarias escuelas no hicieron ni distinción de sexo ni de clase social en su alumnado, primando a los niños de las familias humildes frente a los de las adineradas, ya que su principal objetivo era erradicar uno de los males endémicos de la sociedad guipuzcoana de comienzos del siglo pasado, la falta de formación o instrucción, a la que, por razones obvias, se veían abocados quienes nacían en el seno de familias pobres.