Cercana a los mundos de Natalia Ginzburg o Cesare Pavese, esta novela fue recibida en su momento como todo un acontecimiento literario. Hoy sigue más viva que nunca.
Ésta no es sólo la historia de la niña, y luego joven, Marzia en la Roma de los años treinta y cuarenta; no es sólo la historia de su madre, una abogada viuda que dedica su vida a luchar contra el fascismo o a pleitear con energía cada juicio: es la historia (que nos hace recordar las maravillosas páginas de Natalia Ginzburg sobre la familia) de todas las madres e hijas que, a lo largo de los siglos y durante una parte de su existencia al menos, no han logrado comprenderse. Hay en estas páginas emociones y certezas, amor y miedo. La madurez, la esperanza
resuenan también aquí. Hay, además, una ciudad bellísima, Roma, cuyas calles recorre Marzia en largos paseos que cifran parte de su existencia: ella es tanto esperar como perderse.