Entre 1637 y 1642, se produjo en el valle pirenaico de Tena, fronterizo con Francia, uno de los episodios más increíbles de la historia de Aragón. Unas sesenta mujeres, en su mayoría muy jóvenes, cayeron endemoniadas. Eran vecinas, sobre todo, de las localidades de Tramacastilla y Sandiniés. Tres hombres, Pedro Arruebo el principal acusado, Miguel Guillén y el francés Juan Larrat fueron considerados responsables y juzgados y torturados por la Inquisición.
La epidemia de posesiones diabólicas del valle de Tena fue una de las más importantes de Europa, a la altura de casos tan célebres como los de Loudun, en Francia, o San Plácido, en España. Durante la misma tuvieron lugar hechos asombrosos: mujeres que se arrojan a las llamas para salvar los hechizos que las atan a los demonios, que se tiran desde considerable altura sin sufrir daño o reptan como serpientes en la iglesia; vómito de extraños objetos, uno de los cuales se conserva en Madrid; muerte de un inquisidor, entre sospechas de que había sido hechizado o diálogos entre los exorcistas y los diablos que poseían a estas mujeres, con nombres como Escribano, Capitanillo o Luzbel.
En el libro se presentan también la historia de la brujería y su persecución en el valle de Tena, y el singular fenómeno de los endemoniados de Jaca y Yebra de Basa, los cuales eran curados en la festividad de santa Orosia.