Los iberos... Tenemos restos bastante deteriorados de sus asentamientos y de sus utensilios, y muchos creen que no tenemos nada más. Así, piensan que aquellos antiguos pobladores son un lejano recuerdo que no ha dejado ninguna huella real en los habitantes de la España contemporánea. Aquí me quiero unir a todos aquellos que han afirmado lo contrario.
Que los nativos de este país llevamos unos genes que estuvieron presentes en esos antepasados, que hablamos unas lenguas modificadas pero herederas de las que ellos hablaban, que llamamos a nuestros ríos, montañas y pueblos con nombres muchas veces reconociblemente derivados de los que ellos empleaban; y por supuesto sentimos, pensamos, percibimos el mundo, nos relacionamos con los otros, etc., de un modo semejante a ellos. Nuestros antepasados están muertos y enterrados, pero perviven en nosotros, en nuestras culturas, en nuestras lenguas, en los nombres que damos a las cosas. Nuestra idiosincrasia y cultura es algo demasiado sutil e inmaterial, por ello sujeta a interpretaciones muy diversas y discutibles, pero los nombres de nuestra geografía son concretos y se pueden estudiar, comparar y analizar, con lo que se puede llegar a conclusiones que nos acerquen a ellos, de un modo tan concreto como a través de sus cerámicas, sus armas o sus joyas.
Esta obra pretende servir, además de para poner sobre la mesa un material de debate, como llamamiento a despertar y reivindicar nuestras raíces y nuestra valía. Recordar a los españoles lo que se señala en el título: que los iberos seguimos aquí. Nunca nos fuimos. Otros vinieron, pero siempre fueron minoría. No se trata de palabrería hueca o grandilocuente, como lo que se haya podido escuchar en tiempos de dictadura, no se trata de querer exaltar unas pretendidas glorias nacionales ni de asegurar ser los mejores del mundo o ser superiores a nadie. Se trata de recuperar todo lo que fuimos y se nos hurtó por imposición de invasores y colonizadores forasteros junto al entreguismo de las oligarquías propias.